Cuando el juego deja de ser diversión

Solía pensar que el juego era solo entretenimiento—hasta que vi cómo mis clientes fijaban la mirada en las pantallas tras la medianoche, sus dedos temblaban no por suerte, sino por soledad. Ahora trabajo con bucles de dopamina digital: no como estratega, sino como testigo. Cada giro es un susurro de una estrella que parpadea y muere. Los carretes no pagan. Prometen.

En mi práctica terapéutica, conocí mujeres que decían: ‘Juego solo para recordar quién soy.’ No por dinero. No por emoción. Por el ritmo silencioso entre victorias: el espacio donde el aliento se ralentiza.

Los gráficos RTP parecen clínicos: 96% suena generoso—but ¿qué significa cuando tu corazón está vacío? ¿Cuándo has gastado £80 y aún ves ninguna luz?

No recomiendo perseguir jackpots o giros libres como fuego. Pregunto: ¿Qué significa tu juego para ti? ¿Es escape? ¿O es eco?

Hay belleza en la pausa—the brillo lavanda-gris-azul de una pantalla a las 2am, cuando la música se detiene y todo lo que sientes es silencio.

No jugamos para ganar. Jugamos para recordar quiénes somos.